“Discerniendo según el Espíritu, los cristianos deben distinguir entre el crecimiento del Reino de Dios y el progreso de la cultura y la promoción de la sociedad en las que están implicados. Esta distinción no es una separación. La vocación del hombre a la vida eterna no suprime, sino que refuerza su deber de poner en práctica las energías y los medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz…

«Adheridos a Cristo, podemos llegar a ser un solo espíritu con Él, y así cumplir su voluntad: de esta forma ésta se hará tanto en la tierra como en el cielo».”[1]

INTRODUCCIÓN

El Señor quiere usarnos como seres vivos, libres y creativos, que se dejan penetrar por su Palabra antes de transmitirla; su mensaje debe pasar realmente a través del predicador, pero no sólo por su razón, sino tomando posesión de todo su ser. El Espíritu Santo, que inspiró la Palabra, es quien «hoy, igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por Él, y pone en sus labios las palabras que por sí solo no podría hallar ».[2]

OBJETIVO

Al finalizar el tema las parejas deberán comprender:

1) La verdadera espiritualidad cristiana.

2) Hacia donde nos dirige la espiritualidad.

3) Cómo se puede alcanzar una espiritualidad madura y poderla reflejar.

DESARROLLO

a) De acuerdo a las sesiones los objetivos se alcanzarán, como sigue:

Sesión 2 objetivos del 1 al 3

b) Las citas bíblicas para de la sesión:

Sesión 2: Lc. 4, 1-13; Rom. 6, 11-14; 8, 13; Jn. 14, 6-7; 11-17; Jn. 6, 48-58; 1Jn 3, 18-24



[1] Catecismo de la Iglesia Católica 2820 y 2825

[2] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A LOS FIELES LAICOS, numero 151.

  


ORACIÓN INICIAL.

OH PRINCIPE ABSOLUTO DE LOS SIGLOS

Oh Príncipe absoluto de los siglos,

oh Jesucristo, Rey de las naciones:

te confesamos árbitro supremo

de las mentes y de los corazones.

Oh Jesucristo, Príncipe pacífico,

somete a los espíritus rebeldes,

y haz que encuentren rumbo los perdidos,

y que en un solo aprisco se congreguen.

Para eso pendes de una cruz sangrienta

y abres en ella tus divinos brazos;

para eso muestras en tu pecho herido

tu ardiente corazón atravesado.

Glorificado seas, Jesucristo,

que repartes los cetros de la tierra;

y que contigo y con tu eterno Padre

glorificado el Espíritu sea.

Amén.

 




4.2.1. ILUMINACIÓN.

La Espiritualidad de la Iglesia Católica trata de ser equilibrada entre doctrina y vivencia, entre teoría y práctica, entre contemplación y apostolado.[3] 

La espiritualidad cristiana es una sola si consideramos su substancia, la santidad, la participación en la vida divina trinitaria, así como los medios fundamentales para crecer en ella: oración, liturgia, sacramentos, abnegación, ejercicio de las virtudes, todas bajo el imperio de la caridad.

En este sentido, el concilio Vaticano II menciona, “Una misma es la santidad que cultivan, en los múltiples géneros de vida y ocupaciones, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios”....”Todos los fieles, de cualquier estado y condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad”. Y en el cielo, una misma será la santidad de todos los bienaventurados, aunque habrá grados diversos.

La luz anunciada es el mismo Jesús, que predica la conversión. Esto es el cambio de mentalidad y la renovación profunda de corazón. Él nos llama seguirlo, únicamente las palabras pronunciadas por él pueden ser eficaces para crear en nosotros una actitud de seguimiento fiel como el de los primeros discípulos.

La vida cristiana supone la cooperación constante del hombre por Dios, que actúa en él mediante el Espíritu.











 

4.2.2. CONCLUSIÓN

Debemos esforzarnos en alcanzar ese dinamismo que produce el Espíritu en la vida del alma: cómo nace, crece, se desarrolla, hasta alcanzar la santidad a la que Dios nos llama desde toda la eternidad, y transmitirla a los demás con la palabra, el testimonio de vida y con el apostolado eficaz.[1]

Por tanto, se busca doctrina teológica y vivencia cristiana. Si sólo optara por la doctrina teológica quitando la vivencia, tendríamos una espiritualidad racional, intelectualista y sin repercusión en la propia vida. Y si sólo optara por la vivencia cristiana, sin dar la doctrina teológica, la espiritualidad quedaría reducida a un subjetivismo arbitrario, sujeta a las modas cambiantes y expuesta al error. Así pues, la verdadera espiritualidad cristiana debe integrar doctrina y vida, principios y experiencia.

La infinita riqueza del Creador se manifiesta en la variedad inmensa de criaturas: miles y miles de especies de plantas, animales, peces, minerales. También las infinitas riquezas del Redentor se expresan en esas innumerables modalidades de vida evangélica. El cristiano, sin una espiritualidad concreta, podría encontrarse dentro del ámbito inmenso de la espiritualidad católica como a la intemperie. Cuando por don de Dios encuentra una espiritualidad que le es adecuada, halla una casa espiritual donde vivir, halla un camino por el que andar con más facilidad, seguridad y rapidez; halla, en fin, la compañía estimulante de aquellos hermanos que han sido llamados por Dios a esa misma casa y a ese mismo camino.

 

ORACIÓN FINAL

FUNDAMENTO DE TODO LO QUE EXISTE

Fundamento de todo lo que existe,

de tu pueblo elegido eterna roca,

de los tiempos Señor, que prometiste

dar tu vigor al que con fe te invoca.

Mira al hombre que es fiel y no te olvida,

tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte

para amarte y servirte en esta vida

y gozarte después de santa muerte.

Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa

en este atardecer que se avecina,

serena claridad y dulce brisa

será tu amor que todo lo domina.

Amén.


[1] http://es.catholic.net/op/articulos/10016/cat/458/que-es-la-espiritualidad.html#modal