“Dios es quien primero llama al hombre. Olvide el hombre a su Creador o se esconda lejos de su faz, corra detrás de sus ídolos o acuse a la divinidad de haberlo abandonado, el Dios vivo y verdadero llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración. Esta iniciativa de amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, la actitud del hombre es siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento de Alianza. A través de palabras y de actos, tiene lugar un trance que compromete el corazón humano. Este se revela a través de toda la historia de la salvación.”[1]
INTRODUCCIÓN
El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios.[2]
OBJETIVO
Al finalizar el tema las parejas deberán identificar:
1) El tiempo que se le dedica a la oración.
2) Cómo hablar con Dios, a través de la oración.
3) Que se logra con la oración.
DESARROLLO
a) De acuerdo a las sesiones los objetivos se
alcanzarán, como sigue:
Sesión 5 objetivos del 1 al 3
b) Las citas bíblicas para cada sesión son:
Sesión 5 Mt. 6, 5-8; Rom. 12, 12; Jn. 8, 42-47; Rom. 8, 26-27.
[1]
Catecismo de la Iglesia Católica 2567
[2] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO A
LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A LOS
FIELES LAICOS, numero 259.
ORACIÓN INICIAL
PADRE NUESTRO, PADRE DE TODOS
Padre
nuestro, padre de todos,
líbrame del orgullo de estar solo.
No
vengo a la soledad
cuando
vengo a la oración,
pues
sé que, estando contigo,
con
mis hermanos estoy;
y sé,
estando con ellos,
tú estás en medio, Señor.
No he
venido a refugiarme
dentro
de tu torreón,
como
quien huye a un exilio
de aristocracia interior.
Pues
vine huyendo del ruido,
pero
de los hombres no.
Allí
donde va un cristiano
no hay
soledad, sino amor,
pues
lleva toda la Iglesia
dentro de su corazón.
Y dice
siempre "nosotros",
incluso
si dice "yo".
Amén.
4.4.1. ILUMINACIÓN.
Hace 1,600 años aproximadamente, San Basilio nos dice:
“No limitemos nuestra oración a palabras y cantos. Dios no necesita oír nuestra voz. Él sabe lo que le vamos a pedir antes de que se lo digamos con la boca. Más que el sonido de tu voz, Dios toma en cuenta el conjunto de tu vida”.
Y agrega:
“Tu ora al despertar, al bañarte, al vestirte, al alimentarte, al
viajar, al trabajar, al gozar de buena salud y al enfermarte. Ora en la
tristeza y en la alegría”.
(Rom. 12, 12).
Y San Basilio concluye:
“¿Ya comiste?, olvida el hambre, pero no olvides a Dios quien
te dio los alimentos, hará que tú olvides el hambre. Es la oración la que
permite llegar a ser cada día más imagen de Dios. Y ser cada día menos imagen
del demonio. Es la oración lo que te ayuda a ser cada día más templo de Dios,
dejando de ser templo de satanás.”
(Jn. 8, 42-47).
Hace 1,700 años San Ambrosio dice:
“Cuando ores no pidas niñerías, no tonterías, ni pequeñeces, sino las cosas más grandes, importantes y nobles. No pidas cosas perecederas, sino las cosas duraderas. No pidas dinero porque solo es basura, ni pidas oro, ni plata porque solo son metales. Ni pidas posesiones o residencias, porque solo son tierra y piedras; al pedir tales cosas tan deseables Dios ni siquiera te hace caso. Pídele a Dios ese infinito rio y mar, que es el Espíritu Santo y la vida Eterna como asegura Jesús” (Rom. 8, 26-27).
4.4.2. CONCLUSIÓN.
Como vemos la oración es un puente, es un vehículo para llegar a Dios, para estar en contacto con Él. El camino de la oración va fundado de humildad, mientras más humilde es la oración más sube a Dios. Por medio de la oración podemos alcanzar todas las virtudes. Entre el hombre y Dios hay un río que atravesar, el río tiene una orilla que es Cristo Jesús. La vida entera deberá ser una travesía, el puente: nuestra oración.
Desde una orilla hacia la otra orilla dejar de ser nosotros en nuestros rasgos negativos, e ir asumiendo poco a poco y con paciencia los rasgos positivos de Jesús; sentir como Jesús sentía, pensar como Jesús pensaba, orar como Jesús oraba.
El secreto consiste en estar con Él en los tiempos difíciles y de esta manera su presencia se marcará en nuestra alma; nosotros caminaremos a la luz de su figura para sentir y actuar como Él.
Se supone que la oración es la comunicación con Dios. En medida que va siendo progresiva y profundizada, llegada a un momento en que es tal la densidad de la corriente vital de las palabras limitadas y estrechas, que no pueden contener tanta carga y quedan inservibles y por eso caducan. Entonces la comunicación se realiza de Ser a Ser sin intermediarios o mediaciones, es un encuentro inmediato. Por eso hay una suerte de posesividad, de amar y sentirse amado, en una corriente recíprocamente envolvente y compenetrante: Yo dentro de Él y Él dentro de Mí, por medio de la oración. Paso a paso debe de surgir en nosotros el anhelo de ir avanzando hacia el interior de Dios. Sin embargo en el camino nos salen al paso obstáculos casi insuperables, antipatías, resentimientos, agresividad de todo tipo, por lo que necesitamos una enérgica purificación, y presentimos que tal unificación solo llegará por la vía de una completa reconciliación con Dios y esa es nuestra ORACIÓN.
ORACIÓN FINAL
ALMA DE CRISTO
Alma
de Cristo, santifícame.
Cuerpo
de Cristo, sálvame.
Sangre
de Cristo, embriágame.
Agua
del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh,
buen Jesús!, óyeme.
Dentro
de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del
maligno enemigo, defiéndeme.
En la
hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para
que con tus santos te alabe.
Por
los siglos de los siglos.
Amén
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