“Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino.”[1]

INTRODUCCIÓN

Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida; les reveló el Misterio del Reino; les dio parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos. Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: " Permanezcan en Mí, y Yo en ustedes [...] Yo soy la vid y ustedes los sarmientos". Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él".[2]

OBJETIVO

Al finalizar el tema las parejas podrán comprender:

1) Las tres exigencias de Jesús para con sus discípulos.

2) La sabiduría que Jesús pide para saber lo que implica ser cristiano.

DESARROLLO

a) De acuerdo a las sesiones los objetivos se alcanzarán, como sigue:

Sesión 6  objetivos del 1 al 2

b) Las citas bíblicas para cada sesión son:

Sesión 6  Mt. 19, 27-29; Mc. 8, 34-35; Lc. 14, 33; Lc. 14, 28-30; Sb. 13, 16-18



[1] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A LOS FIELES LAICOS, número 127.

[2] Catecismo de la Iglesia Católica 787.

 


ORACIÓN INICIAL

VEN ESPÍRITU SANTO, LUZ Y GOZO

Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,

Amor, que en tus incendios nos abrasas:

renueva el alma de este pueblo tuyo

que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias, sé descanso;

en su lucha tenaz, vigor y gracia:

haz germinar la caridad del Padre,

que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino,

compañero divino de las almas:

ven con tu viento a sacudir al mundo

y a abrir nuevos senderos de esperanza.

Amén.





 

4.5.1. ILUMINACIÓN.

Jesús pone tres exigencias.


Una se refiere a los lazos familiares. Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Creo que esta sentencia tan radical, tan difícil de entender, se refiere a lo siguiente. Si en nuestra vida deseamos seguir a Jesús, complacer a Dios, debemos guiarnos solo por lo que percibimos que es su voluntad para nosotros, sin dejarnos condicionar por consideraciones familiares o incluso por intereses personales. Cuando hacemos discernimiento de nuestro deber, eso incluye nuestras obligaciones hacia la familia; esto Jesús no lo puede obviar. Pero preferirlo a él significa saber discernir cuáles son los casos y circunstancias en las que las obligaciones o simples consideraciones familiares deben ceder a las opciones de la fe.

La segunda exigencia de Jesús dice así: El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Esta exigencia se refiere a la responsabilidad personal. En el seguimiento de Jesús una persona no puede pretender que otra asuma por ella sus obligaciones en relación con el seguimiento de Jesús. No hay seguimiento vicario o por sustitución. Cada uno recibe su vocación, cada uno tiene su camino, cada uno tiene sus propias responsabilidades que cumplir. Es cierto que Jesús murió por nosotros. El asumió sobre sí la deuda de cada uno de nosotros y la redimió en la cruz. Es cierto que podemos orar y ayudar al prójimo para que pueda responder mejor a Jesús. Pero todo seguimiento de Jesús es personal. Así como Jesús asumió y cargó la cruz de su propia vocación, así cada uno de nosotros debe asumir la responsabilidad de su propia llamada y vocación.

Finalmente, Jesús propone una tercera exigencia: Cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo. ¿Podemos hacer eso? ¿Podemos renunciar a nuestros bienes tales como nuestra casa, nuestro salario, nuestra educación, nuestra salud? ¿De qué bienes habla Jesús y qué significa renunciar a ellos? Para vivir humanamente necesitamos bienes materiales, como la casa, el vestido y los alimentos y también bienes intangibles como la educación. No podemos renunciar a ellos, en el sentido de prescindir de ellos, vivir sin ellos. Pero igualmente debemos saber que ninguno de esos bienes puede dar razón a nuestra vida. Esos bienes son útiles, nos ayudan a vivir decentemente, pero ninguno de ellos da sentido a la vida ni puede ocupar el lugar de Dios. Esa renuncia que pide Jesús no es un acto que se realiza de una vez para siempre, sino que es una actitud que debemos cultivar día a día para que nuestra confianza en la vida no se apoye en los bienes materiales o intangibles que nos ayudan a vivir, sino que nuestra confianza esté puesta solo en Dios y en seguir a Jesús.

 

4.5.2. CONCLUSIÓN.

Jesús nos dice: quiero que me sigan, pero sepan que no será fácil. Esas sentencias de Jesús resultan especialmente estridentes en el ambiente actual, en el que se pretende “rebajar” las exigencias de la fe, sea para “acomodarlas” a los tiempos actuales, sea en beneficio de una pretendida misericordia divina que diluye la justicia en buenísimo. Jesús no parece compartir la opinión de que haya que facilitar y endulzar el camino para que más personas puedan seguirlo o para que el camino para seguirlo no sea tan áspero y estrecho.

Hay que hacer cálculos, dice Jesús, antes de asumir el propósito de seguirlo Lc. 14, 28-30. Quien emprende una construcción debe calcular primero el monto de la inversión, con el fin de no quedarse sin recursos a media construcción y deba suspender la obra, quedando en ridículo ante la gente como un hombre no previsor. Así también, el que quiera seguir a Jesús debe tomar en cuenta lo que implica ser cristiano, no sea que deba tirar la toalla a medio camino, porque no puede ajustar su vida a las exigencias del evangelio.

Jesús explica claramente, que seguirlo a él exige discernimiento, exige sabiduría.

¿Cuál es el estilo de vida cristiana a la que Jesús me llama?

¿Qué sacrificios, qué renuncias, que cambios son los que debo realizar en mi vida para seguir a Jesús con dignidad y hasta el final?

Saber responder a estas preguntas es adquirir sabiduría: Sb. 13, 16-18. Esta sabiduría es la que viene de Dios. Pues los pensamientos de los mortales son inseguros y sus razonamientos pueden equivocarse. Por lo tanto, es necesario cada día examinarse ante Dios y pedirle que Él ilumine nuestras opciones y nos dirija en nuestras decisiones para seguirlo como él quiere y espera de nosotros.

 

ORACIÓN FINAL

CANTEMOS AL SEÑOR CON INDECIBLE GOZO

Cantemos al Señor con indecible gozo,

él guarde la esperanza de nuestro corazón,

dejemos la inquietud posar entre sus manos,

abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

Dichoso será aquel que siempre en él confía

En horas angustiosas de lucha y de aflicción,

confiad en el Señor si andáis atribulados,

abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

Los justos saben bien que Dios siempre nos ama,

en penas y alegrías su paz fue su bastión,

la fuerza del Señor fue gloria en sus batallas,

abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

Envíanos, Señor, tu luz esplendorosa

si el alma se acongoja en noche y turbación,

qué luz, qué dulce paz en Dios el hombre encuentra;

abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

Recibe, Padre santo, el ruego y la alabanza,

que a ti, por Jesucristo y por el Consolador,

dirige en comunión tu amada y santa Iglesia;

abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

Amén.

 



[1] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A LOS FIELES LAICOS, número 127.

[2] Catecismo de la Iglesia Católica 787.