INTRODUCCIÓN
Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida; les reveló el Misterio del Reino; les dio parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos. Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: " Permanezcan en Mí, y Yo en ustedes [...] Yo soy la vid y ustedes los sarmientos". Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él".[2]
OBJETIVO
Al finalizar el tema las parejas podrán comprender:
1) Las tres exigencias de Jesús para con sus
discípulos.
2) La sabiduría que Jesús pide para saber lo que implica ser cristiano.
DESARROLLO
a) De acuerdo a las sesiones los objetivos se
alcanzarán, como sigue:
Sesión 6 objetivos del 1 al 2
b) Las citas bíblicas para cada sesión son:
Sesión 6 Mt. 19, 27-29; Mc. 8, 34-35; Lc. 14, 33; Lc. 14, 28-30; Sb. 13, 16-18
[1] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO A
LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A LOS
FIELES LAICOS, número 127.
[2]
Catecismo de la Iglesia Católica 787.
ORACIÓN
INICIAL
VEN ESPÍRITU SANTO, LUZ Y GOZO
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.
En sus fatigas diarias, sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.
Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza.
Amén.
4.5.1. ILUMINACIÓN.
Jesús pone tres
exigencias.
La segunda exigencia de Jesús dice así: El que no carga
su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Esta exigencia se refiere a la responsabilidad
personal. En el seguimiento de Jesús una persona no puede pretender que otra
asuma por ella sus obligaciones en relación con el seguimiento de Jesús. No hay
seguimiento vicario o por sustitución. Cada uno recibe su vocación, cada uno
tiene su camino, cada uno tiene sus propias responsabilidades que cumplir. Es
cierto que Jesús murió por nosotros. El asumió sobre sí la deuda de cada uno de
nosotros y la redimió en la cruz. Es cierto que podemos orar y ayudar al
prójimo para que pueda responder mejor a Jesús. Pero todo seguimiento de Jesús
es personal. Así como Jesús asumió y cargó la cruz de su propia vocación, así
cada uno de nosotros debe asumir la responsabilidad de su propia llamada y
vocación.
Finalmente, Jesús propone una tercera exigencia:
Cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi
discípulo. ¿Podemos hacer eso? ¿Podemos renunciar a nuestros bienes tales como
nuestra casa, nuestro salario, nuestra educación, nuestra salud? ¿De qué bienes
habla Jesús y qué significa renunciar a ellos? Para vivir humanamente
necesitamos bienes materiales, como la casa, el vestido y los alimentos y
también bienes intangibles como la educación. No podemos renunciar a ellos, en
el sentido de prescindir de ellos, vivir sin ellos. Pero igualmente debemos
saber que ninguno de esos bienes puede dar razón a nuestra vida. Esos bienes
son útiles, nos ayudan a vivir decentemente, pero ninguno de ellos da sentido a
la vida ni puede ocupar el lugar de Dios. Esa renuncia que pide Jesús no es un
acto que se realiza de una vez para siempre, sino que es una actitud que
debemos cultivar día a día para que nuestra confianza en la vida no se apoye en
los bienes materiales o intangibles que nos ayudan a vivir, sino que nuestra
confianza esté puesta solo en Dios y en seguir a Jesús.
4.5.2. CONCLUSIÓN.
Jesús nos dice: quiero que me sigan, pero sepan que no
será fácil. Esas sentencias de Jesús resultan especialmente estridentes en el
ambiente actual, en el que se pretende “rebajar” las exigencias de la fe, sea
para “acomodarlas” a los tiempos actuales, sea en beneficio de una pretendida
misericordia divina que diluye la justicia en buenísimo. Jesús no parece
compartir la opinión de que haya que facilitar y endulzar el camino para que
más personas puedan seguirlo o para que el camino para seguirlo no sea tan
áspero y estrecho.
Hay que hacer cálculos, dice Jesús, antes de asumir el
propósito de seguirlo Lc. 14, 28-30. Quien emprende una construcción debe
calcular primero el monto de la inversión, con el fin de no quedarse sin recursos
a media construcción y deba suspender la obra, quedando en ridículo ante la
gente como un hombre no previsor. Así también, el que quiera seguir a Jesús
debe tomar en cuenta lo que implica ser cristiano, no sea que deba tirar la
toalla a medio camino, porque no puede ajustar su vida a las exigencias del
evangelio.
Jesús explica claramente, que seguirlo a él exige
discernimiento, exige sabiduría.
¿Cuál es el estilo de vida cristiana a la que Jesús me
llama?
¿Qué sacrificios, qué renuncias, que cambios son los
que debo realizar en mi vida para seguir a Jesús con dignidad y hasta el final?
Saber responder a estas preguntas es adquirir
sabiduría: Sb. 13, 16-18. Esta sabiduría es la que viene de Dios. Pues los pensamientos
de los mortales son inseguros y sus razonamientos pueden equivocarse. Por lo
tanto, es necesario cada día examinarse ante Dios y pedirle que Él ilumine
nuestras opciones y nos dirija en nuestras decisiones para seguirlo como él
quiere y espera de nosotros.
ORACIÓN FINAL
CANTEMOS AL SEÑOR CON INDECIBLE GOZO
Cantemos
al Señor con indecible gozo,
él
guarde la esperanza de nuestro corazón,
dejemos
la inquietud posar entre sus manos,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Dichoso
será aquel que siempre en él confía
En
horas angustiosas de lucha y de aflicción,
confiad
en el Señor si andáis atribulados,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Los
justos saben bien que Dios siempre nos ama,
en
penas y alegrías su paz fue su bastión,
la
fuerza del Señor fue gloria en sus batallas,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Envíanos,
Señor, tu luz esplendorosa
si
el alma se acongoja en noche y turbación,
qué
luz, qué dulce paz en Dios el hombre encuentra;
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Recibe,
Padre santo, el ruego y la alabanza,
que
a ti, por Jesucristo y por el Consolador,
dirige
en comunión tu amada y santa Iglesia;
abramos
nuestro espíritu a su infinito amor.
Amén.
[1] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO A
LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A LOS FIELES
LAICOS, número 127.
[2]
Catecismo de la Iglesia Católica 787.
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